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980. PRESO DE LA BENEFICENCIA
En una época de mi vida empresarial conocí a un empresario que cogió un buen ciclo económico y se enriqueció rápidamente. Sin embargo, no pudo superar la crisis posterior que hubo en España y se arruinó hasta el punto de venir a pedirme empleo.
Era un hombre entrañable, de los que se aprecian a primera vista. Mi relación personal con él había sido muy intensa y llegamos a conocernos bien. También tuve una extensa relación comercial pues mi empresa proveía a las suyas de productos de oficina. Cuando entró por la puerta, percibí de inmediato su soledad.
Salimos juntos a comer y, a pesar de su situación económica, no me dejó pagar. Charlamos sobre muchas cosas del pasado y la conversación derivó hacia la quiebra de sus empresas. Me atreví a preguntarle cuál fue el mayor error que cometió con ellas. Sabía que era una pregunta dura de responder y tal vez ambigua, ya que supuse no era uno solo sino muchos los errores que se cometen hasta llevar a la quiebra a una compañía, pero también sabía que un empresario conoce cuál ha sido el peor de todos. Me respondió inmediatamente: caí preso de mi beneficencia.
No me atreví a preguntarle más porque vislumbré un sufrimiento profundo en su rostro e intenté dar un giro a la conversación. Sin embargo, me pidió que le escuchase, pues necesitaba decirme algo que no podía hablar con nadie. Me dijo más o menos: »cuando tenía las empresas, muchos solicitaban mis favores y como poseo un corazón propenso a la amistad, los concedía. Caí en la tentación de utilizar mi posición y mis medios no sólo para generar riqueza y Empresas, sino para hacer el bien entre amigos y parientes. Proporcioné empleo a toda mi familia y a muchos amigos y les situé en los puestos directivos.
»Antes de complacer a toda esta gente, debí haber reflexionado e intentado entibiar el ardor que me causaba este deseo de hacer el bien a otros. Aunque sitúes desinteresadamente a un amigo en un empleo, no puedes pensar que él se hará merecedor del mismo por su talento o por la obligación de devolverte el favor. La ingratitud es lo frecuente, probablemente tú ya tendrás suficientes ejemplos.
»Qué puedo decirte del caos interno que se desencadenó. Cuando las cosas iban bien, la Empresa era una gran familia o, al menos, a mí me lo parecía pero, cuando comenzaron a ir mal, dejé de tener familia para tener enemigos.
»He llegado tarde a la conclusión de que el empresario no es dueño de los empleos que proporciona su Empresa, sino simplemente el administrador, sin vínculos de amistad, ni parentesco, ni gratitud. Por lo tanto, tiene que saber negar el favor de la amistad a las personas de su mayor aprecio a favor de un desconocido con más talento.
»En definitiva, si quiere gestionar correctamente su Empresa, sólo debe disponer libremente de su sueldo y de su propio patrimonio.
El hombre trabajó para mí durante dos años, dando muestras de una humildad firme y agradecida. Después, se jubiló.