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Metido en la batalla, llegué a creer que fracasarían. En mi opinión, utilizaban métodos generales sin precisar el conocimiento particular de los empleados, del origen de la crisis o de sus complicaciones. Querían sacar a todas las empresas en crisis con el mismo método, curar a todos los enfermos con el mismo medicamento, y esto era no sólo ridículo, sino dañoso para el que lo usase. Me presentaron un plan de viabilidad muy duro de afrontar. Suponía el despido del ochenta por ciento de la plantilla. Mi opinión era diferente. Pensaba que un veinticinco por ciento de reducción de plantilla, entre acuerdos de despidos y prejubilaciones, sería suficiente y nos evitaría el enfrentamiento con los sindicatos, muy introducidos dentro de este sector.
La otra consultora, la responsable de la distribuidora, utilizaba un método más sencillo, sin especulaciones, nacido del conocimiento de su experiencia y no de los libros. Estudiaban la política de gestión de la Empresa cuando no estaba en crisis y las variaciones con respecto del sistema actual. Utilizaban mucho tiempo en hablar con los directivos y con los empleados que no habían decaído de su vigor, con los positivos, que eran los que podrían remontar la Empresa. Preferían formar a los empleados para los cambios que despedirlos o prejubilarlos; negociar a engañar; condonar deudas a pleitear. Me presentaron un plan de viabilidad en el que el número de despidos no llegaba al diez por ciento y la cartera de futuros clientes lo suficientemente repartida como para que cada comercial pudiera hacerse cargo de una zona.
Con la ejecución de dos planes de viabilidad tan diferentes, llegó un momento en el que me encontré perdido y pensé que una de las dos consultoras no estaba haciendo bien su trabajo. Consulté con el tiburón y me dijo más o menos: »la pregunta del millón es la que tú me haces ahora: ¿Cuál de los dos métodos es mejor para solventar la crisis? Conozco muy bien el juego de ambas consultoras pero, en su momento, yo no he sabido responderme a esa pregunta, por ello contraté a las dos y luego a ti.
»Los que están metidos en la fábrica se juegan su prestigio en el mercado, que para ellos es minutar lo más posible para que su cuenta de resultados siga a la alza y sólo pueden hacerlo si tienen éxito. Los otros entienden que el éxito reside en su profesionalidad. Les interesa más el diploma que la minuta. Por esto, los primeros, teniendo presente que los recursos son de otro, los apuestan todos y si ganan no retiran lo ganado y vuelven a apostar para intentar cobrar triplicado si se vuelve a ganar. Quieren desbancar a la banca. Mientras que los segundos sólo se juegan un pequeño porcentaje de lo ganado en la siguiente partida y si pierden, cambian el juego y se retiran a reflexionar. Por eso te he ofrecido participar. Tú tendrás que ser el equilibrio de los dos extremos.
El final no llegué a vivirlo. Mi amigo vendió su participación en las dos empresas a mitad de camino y a mí, como accionista minoritario, no me quedó más remedio que seguirle.
Más tarde, tuve relación de nuevo con el consultor de la distribuidora y me comentó que la primera se retiró de la fábrica al poco tiempo de salir nosotros y ellos asumieron sus competencias sacando a ambas empresas de la crisis.