Opentor
conocimiento es poder

1000 claves de éxito en el mundo de la empresa


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Información editorial
Índice de contenidos
Prólogo / Introducción
Índice alfabético
Contraportada

ÍNDICE COMPLETO

Micro índice:

100 Claves básicas

100 Claves básicas para salir de la crisis

1. Los empresarios

Personalidad y carácter
Tipos de empresarios
Vida y familia
Jubilación

2. Las empresas

La gestión
Las ventas
Negociaciones
Fusiones y adquisiciones
Crisis y reestructuraciones

3. Universidades

Universidades con plena facultas

4. El factor humano

Clientes
Proveedores
Empleados
Directivos
Socios y accionistas
Integración empresarial

5. El selectivo reflex 35

Anécdotas empresariales

La panacea no es [3]


»Necesita mucho dinero: un millón de euros puesto en manos de un equipo que no sabemos si es el adecuado para llevar a cabo la explotación del negocio.

»En su plan de negocio no habla de la competencia y tiene que competir con los portales generalistas; tampoco contempla los riesgos y por qué podemos esperar los inversores que el equipo que contrate vaya a ejecutar el plan con éxito.

»Ha hablado en todo momento de «marca» pero en ninguno de beneficios. El modelo de negocio, en la primera etapa, va a ser totalmente gratuito y, en la segunda, el pago dependerá de la fidelización de los clientes, que están acostumbrados a no pagar. Esto sólo es posible si se diferencia de otros competidores mediante un mayor valor añadido; si genera un producto innovador y dinámico para la comunidad universitaria; y si todo esto lo refleja debidamente en el producto final, a través de sus campañas de marketing. Para esto, hay que ser un experto en marketing, tener la capacidad de filtrar tanto las ideas internas como las externas para su posterior desarrollo en el producto final.

»También me ha sorprendido que, hablando del perfil de empleado que se demanda, no ha dicho nada de personas conocedoras del sector y de la competencia o con experiencia en otras Compañías y departamentos. Sólo habla de jóvenes, con una serie de valores tolerantes y conocimientos de multimedia.

»El chico, que seguro vale mucho sólo por el hecho de estar hoy aquí con su proyecto, quiere que nos adhiramos a su idea para experimentar a nuestra cuenta y, si tenemos suerte, mejor para todos; pero si no, entre todos tendremos que cubrir sus agujeros y errores. Esta idea puede ser una buena oportunidad, pero está sometida a criterios poco exigentes.

Ante el derroche de razonamientos, le dije que tal vez deberíamos hacer una investigación en internet para ver si existían Compañías similares, a lo que me respondió: pondríamos al chico en una situación muy embarazosa, al habernos presentado el proyecto como algo novedoso y encontrar que ya existe y está funcionando en algún sitio. En fin, tú haz lo que quieras, yo lo tengo decidido. La idea es buena pero las ideas, sin buenos profesionales para gestionarlas, no valen. Este chico debería estar unos cuantos años trabajando para una multinacional, antes de lanzarse al «estrellato» donde, hoy por hoy, se va a estrellar y estrellará a todo el que le siga.

Fue tan clara que me dejó pasmado. Sin embargo, en vez de aplicar la prudencia y los consejos de mi experimentada socia, me dejé guiar por la ambición que llevamos dentro todos los empresarios y acudí a la segunda reunión. Cuál fue mi sorpresa cuando me encontré que los inversores casi nos peleamos por obtener una mayor participación. Nunca me había pasado esto cuando yo proponía a otros empresarios proyectos mucho más conservadores y con planes de negocio estudiados y redactados por expertos consultores.

Después de escuchar a mi socia, que tenía la razón probablemente en todo, había decidido que sólo invertiría mi dinero si formaba parte del Consejo de Administración y como asesor ejecutivo dentro de la nueva Empresa. Pensaba que era la única forma de garantizarme que la Empresa permaneciese en el mercado el suficiente tiempo para llegar a una segunda ronda de financiación. Si tenía poder de decisión dentro de la Compañía y era un inversor de peso, podía intentar ser el «colocador» de nuevos inversores en esa segunda ronda, incluy endo las mías. También quería controlar que se presentaría correctamente la documentación para pasar una due diligence, donde estuvieran todos los contratos firmados, licencias y autorizaciones, ya que el nuevo aumento de capital se haría sobre la base de esa valoración. Si todo salía bien, atraeríamos a inversores relevantes de las finanzas y la industria, como venía sucediendo con otras «punto.com».

A modo de conclusión, sólo los que estuvimos como inversionistas en el «startup» de la Empresa y vendimos en la segunda ronda de financiación, pudimos obtener plusvalías. El joven cerró el negocio a los dos años pero, antes de hacerlo, había conseguido capital privado por importe de ocho millones de euros. Por descontado, la Empresa en ningún momento presentó beneficios. Realmente, el mercado se había vuelto loco.