Opentor
conocimiento es poder

1000 claves de éxito en el mundo de la empresa


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Información editorial
Índice de contenidos
Prólogo / Introducción
Índice alfabético
Contraportada

ÍNDICE COMPLETO

Micro índice:

100 Claves básicas

100 Claves básicas para salir de la crisis

1. Los empresarios

Personalidad y carácter
Tipos de empresarios
Vida y familia
Jubilación

2. Las empresas

La gestión
Las ventas
Negociaciones
Fusiones y adquisiciones
Crisis y reestructuraciones

3. Universidades

Universidades con plena facultas

4. El factor humano

Clientes
Proveedores
Empleados
Directivos
Socios y accionistas
Integración empresarial

5. El selectivo reflex 35

Anécdotas empresariales

La panacea no es [1]


986. LAS OPORTUNIDADES ABSTRACTAS

Conocí a un empresario que, en pocos años, había hecho una fortuna, construyendo polígonos industriales por el extrarradio de la gran ciudad. Se había comprado una gran mansión y quería decorarla pero estaba perdido. Temía que su gusto no estuviera en consonancia con su nueva posición social y tampoco se fiaba de los decoradores. Me pidió mi opinión y le transmití la de mi mujer, que pensaba que lo más importante en una casa eran los cuadros y las alfombras y que, en ambas cosas, debería invertir su dinero para comprar buenas piezas.

Era profano en temas de arte y le sugerí que visitase el museo del Prado y algún otro de arte contemporáneo. Después de visitarlos, me comentó que se sentía más identificado con el contemporáneo. Como estaba dispuesto a hacer grandes inversiones, le propuse ir a Londres a conocer los principales museos. Podíamos recabar más información y, tal vez, contactar con artistas que hubieran expuesto en los mismos.

Un fin de semana nos fuimos los dos con mi hija de siete años. Llegamos a un museo de arte contemporáneo y estuvimos un par de horas contemplando las obras. En una inmensa sala había un único cuadro de enormes dimensiones colgado en la pared. Era un panel pintado de color azul claro, con un círculo rojo en el centro. Mi hija estaba cansada y nos sentamos enfrente a mirarlo. De repente me preguntó: ¿papa, por qué ponen ese cuadro en la pared si yo podría pintarlo?

Luego fuimos a comer a la cafetería del museo y el empresario me dijo: después de escuchar a tu hija, estoy obligado a hacer una cura de humildad. He llegado a la conclusión de que el arte contemporáneo simboliza muy bien nuestra era de oportunidades: cualquiera puede tener éxito y no por ello ser un gran profesional.

987. WWW.LAPANACEANO.ES

Internet tuvo un «boom» y un «splash» en un tiempo demasiado corto, tal y como preveían los «gurús» de las finanzas, a los que no se les prestó demasiada atención.

Repentinamente, el mercado estuvo invadido de empresas «punto com» (en el año 1999, unas 60.000 comenzaron), que atraían el capital y se desarrollaban con proyectos que no estaban fundamentados en principios sólidos y llevados a cabo por ejecutivos inexpertos. Era «la nueva economía». No importaba perder mucho dinero en fabricar una marca que, con el tiempo, alguien adquiriría por su valor estratégico, dejando a un lado si producía o no mucho efectivo. Éstas eran las apuestas y muchos empresarios nos aventuramos en ellas. Yo fui uno de ellos.

Un día, mi joven hijo me comentó que un amigo, recién licenciado en Administración y Dirección de Empresas, quería montar una «punto com.» Me llamaría en breve porque necesitaba inversionistas. La burbuja que se había creado en el mercado hacía que todos los empresarios de mi entorno estuviéramos expectantes al desarrollo de Internet. Entonces, se tenía la sensación de que si se era empresario, se estaba obligado a ser accionista de una «punto.com».

Al día siguiente, recibí la llamada del joven proponiéndome asistir a una presentación sobre su proyecto, en un hotel. Se trataba de la creación de un portal universitario y me dijo que asistirían conocidos, amigos y familiares. No pude negarme por mi hijo y porque el proyecto estaba relacionado con un segmento de mercado afín a mi actividad.

Entonces participaba, junto con una socia, en una Empresa de investigación de mercado especializada en estudiar los hábitos de consumo de los jóvenes universitarios. Los estudios los realizábamos a partir de un programa que habíamos creado de visitas a Empresas. Mi socia era economista y había trabajado más de veinte años en el sector financiero, principalmente entidades anglosajonas, en el departamento de fusiones y adquisiciones. Me había ayudado mucho, a lo largo de mi carrera empresarial, en la venta de mis participaciones en otras Empresas. Era una dura negociadora con mucho sentido común y credibilidad en el mundo empresarial.

Una vez que me asesoró en la venta de unas participaciones a una empresa inglesa, le pregunté qué diferencia creía que había entre el método de trabajo anglosajón y el español. Me respondió:los anglosajones asisten a las reuniones con un cuaderno y los españoles con folios; el anglosajón pregunta sin parar y el español no se atreve tanto; el anglosajón se compromete en una fecha y la cumple aunque esté tres días sin dormir y el español suele retrasarla casi siempre; el anglosajón odia perder el tiempo por lo que es concreto, el español no tiene el concepto del tiempo, alarga sus comidas, sus reuniones y le cuesta concretar.