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992. RENOVARSE O NAUFRAGAR
Coincidí en mi etapa empresarial con una antigua amiga del colegio, quién, al fallecer sus padres en un accidente de coche, heredó la mayoría de las acciones de una Empresa familiar, una fábrica de zapatos en Mallorca. Ella era la mayor de tres hermanos y no le quedó más remedio que tomar las riendas del negocio desde el primer día. La marca de zapatos era muy reconocida en el mercado español y en el americano, además de que fabricaban para otras marcas.
En mis viajes a Palma solíamos costear por la isla en su velero de madera de teka, junto con otros empresarios mallorquines y directores de compras de grandes almacenes. En una de las veladas me comentó que había llegado a la convicción siguiente: si no daba un cambio en la Empresa, ésta moriría en poco tiempo porque se estaba quedando obsoleta. Para ello, deberían hacer inversiones importantes, sobre todo en la parte de producto y de marketing.
El accionista principal después de ella, su tío, hermano mayor de su padre, se oponía por no considerarlo necesario dada la más que aceptable rentabilidad que arrojaba la Compañía por aquel entonces. El fin de semana siguiente pensaba pasarlo navegando con él para exponerle sus ideas y puntos de vista. Aprovechando nuestra vieja amistad, me pidió que les acompañase y la ayudase a convencerle.
El siguiente sábado salimos temprano y, después de toda la mañana navegando, la tarde sorprendió con un temporal que nos obligó a amarrar en un pequeño puerto de la isla. Como el barco se movía mucho, decidimos ir a dormir a un hotel. Durante la cena, mi amiga abordó el tema y su tío la escuchó pacientemente y con interés. Admitió muchos de sus argumentos pero advertí que, por su avanzada edad, se sentía desplazado del nuevo entorno que le proponía su sobrina. Pensé que, tal vez, con mis comentarios podría ayudarle a comprender que él no estaba fuera del nuevo mundo de su Empresa e intervine en la conversación.
Intenté transmitirle que, a partir de ahora, podría verse convertido en un pensador y dedicar parte de su actividad a gestionar lo que debiera ser el futuro de la Empresa. Le dije más o menos: «es lógico que, a veces, estas perspectivas te parezcan ficción pero tienes que buscar los modos adecuados para incorporarlas como instrumento de progreso y adaptación al mercado de futuro que ella te propone. Para cumplir esta función, no te quedará más remedio que abandonar el ámbito tradicional, orientarte inicialmente hacia la especulación y arriesgar algo. Esto no significa alejar la dirección de la Compañía de la realidad social, pero hay que intentar desligarse de las interpretaciones empresariales preestablecidas. A partir de aquí, probablemente aparecerá en ti un cambio progresivo de funciones, ligado a una nueva forma de dirigir más dinámica, que te enfrentará con seguridad al nuevo entorno que te ha tocado vivir».
Conseguimos convencerle y se sintió tan feliz en los años siguientes con el cambio que decidió tomar las riendas para abordar otros mercados internacionales.