Opentor
conocimiento es poder

1000 claves de éxito en el mundo de la empresa


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Información editorial
Índice de contenidos
Prólogo / Introducción
Índice alfabético
Contraportada

ÍNDICE COMPLETO

Micro índice:

100 Claves básicas

100 Claves básicas para salir de la crisis

1. Los empresarios

Personalidad y carácter
Tipos de empresarios
Vida y familia
Jubilación

2. Las empresas

La gestión
Las ventas
Negociaciones
Fusiones y adquisiciones
Crisis y reestructuraciones

3. Universidades

Universidades con plena facultas

4. El factor humano

Clientes
Proveedores
Empleados
Directivos
Socios y accionistas
Integración empresarial

5. El selectivo reflex 35

Anécdotas empresariales

La obsesión de la ambición


968. LA OBSESIÓN DE LA AMBICIÓN

A lo largo de mi vida empresarial me he cruzado innumerables veces con el sentimiento de la ambición en todas sus variantes. Las experiencias más cercanas han sido con empleados.

A veces uno se encuentra con una persona en un cargo medio en el que se denota una ambición extremadamente codiciosa y se piensa que, de seguro, hará lo imposible para intentar llegar a un puesto directivo; y otro, en el mismo cargo medio, quién, con su talento, uno no se explica cómo no ha llegado ya a director general.

El primero da la sensación de que los cinco sentidos del hombre se reducen a una desmesurada ambición. De noche sueña y de día solo piensa en progresar y enriquecerse como sea. En su ánimo, la naturaleza no es hermosa, ni las diversiones son divertidas, ni la comida le satisface, ni la conversación le gusta, ni la salud le reconforta, ni la amistad le enriquece, ni el amor le fortalece; nada le importan las cosas que no adelantan un paso para quitarle el puesto al que está por encima de él. A lo largo de la vida, los demás hombres pasan por alteraciones de gustos, pero él no conoce más que un gusto que es el de adelantarse y así comprende todas las infinitas casualidades de la vida humana. Para él, todo inferior es casi un esclavo, el igual es un enemigo y el superior un tirano al que hay que hacer abdicar. Desprecia al hombre sencillo, aborrece al discreto y, en público, aunque sea un inepto, quiere parecer sabio. En vez de hombre se siente un semidiós, por lo que está lleno de maquinaciones para ocultar ante los demás sus flaquezas, vicios y, tal vez, algunos delitos de los que se sirve para progresar. Cree que la mala intención puede suplir al talento. Sin embargo, a pesar de que es un frenético agitado en su delirio, suele resultar divertido para los que le ven de lejos y no ostentan esa desmesurada ambición. Esta diversidad de ardides, astucias y artificios es un gracioso espectáculo para quien no la teme.

Luego está el segundo, el que no te explicas cómo no ocupa ya un cargo de director general. Éste puede ser una persona que, en su juventud, pasó por la universidad y luego hizo carrera en varias Empresas. Esta variedad parece que le ha hecho mirar con indiferencia la ambición. Sabe que el mérito oculto en el mundo empresarial es despreciado y, si se manifiesta, atrae contra sí la envidia y a sus secuaces; por ello, prefiere estar retirado en un puesto intermedio donde pueda ser útil su talento y su buen corazón. Si puede, beneficia a otros compañeros para que progresen en vez de hacerlo él.

Sin embargo, respetando las inquietudes de cada uno, este empleado aunque sea una buena persona será siempre un mal empleado y ser un buen empleado es una obligación que contrae la persona al entrar en una Compañía si quiere trabajar en equipo, que se le estime y que no le miren como a un extraño.

Es una lástima para la Compañía la pérdida del talento de estas personas, que parece que han cogido el retiro antes de tiempo, en contra de los empleados de ambición desmesurada, que se mantienen dentro, aunque sean un estorbo. Estos empleados con talento, que están en edad de servir a la Empresa, deberían estar buscando siempre ocasiones para ello, aún a costa de disgustos. No basta ser un buen empleado para unos pocos, hay que procurar serlo para la totalidad de la Empresa.

Es verdad que no hay carrera empresarial que no esté sembrada de trampas lo que, a veces, la convierte en un camino árido y desabrido, pero esto no debe ahuyentar la ambición de la persona que camina con firmeza y valor. También es cierto que este empleado trabaja con mucha prudencia y no sabe adular a sus superiores; teme verse sometido a siniestras interpretaciones de su trabajo, unas veces a causa de la envidia, otras de la ignorancia y sabe que su talento puede arruinarlo un jefe mediocre en un instante. Pero el empleado que conoce la fuerza de emplearse a fondo con su talento, valor y ambición, sabe que vale la pena sacrificarse en beneficio de la Empresa, aunque con ello se exponga a los defectos de los hombres que le dirigen. Ser un buen profesional siempre tiene la compensación del trabajo bien hecho.

La postura de la conservación simple y propia del puesto de trabajo es tan opuesta al bien común y al progreso de una Empresa que una Compañía compuesta mayoritariamente por empleados de este tipo termina siendo dominada por los ejecutivos primeros, con ambiciones propias y pocos escrúpulos.

La ambición bien encauzada siempre ha llevado a las personas más honestas a despreciar los vicios y emprender cosas grandes. El noble entusiasmo de la ambición es el que siempre ha hecho progresar a la Empresa, detenido las OPAS hostiles, asegurado el empleo, creado mujeres y hombres que son el verdadero honor del mundo empresarial. De éstos han provenido las acciones y consecución de los objetivos más altos, de los sueños más irrealizables, imposible de entender por quien no esté poseído de la misma ambición y fácil de imitar por quien se halla dominado por ella.