Opentor
conocimiento es poder

La culpa es de la vaca


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Prólogo / Introducción
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ÍNDICE COMPLETO

Micro índice:

La culpa es de la vaca
Retrato de un persevera..
Fijar metas altas
Asamblea en la carpinte..
Los cien días del plebeyo
Copos de nieve
El árbol de manzanas
El e-mail
El juicio
El problema

El televisor
La pregunta más import..
La felicidad es el camino
La ranita sorda
La gente que me gusta
El águila que nunca fue
Las metas
Fortunas del campo
Las diferencias
El cometa Halley

Tanto para aprender
Auxilio en la lluvia
Recuerda a quienes sirv..
Los obstáculos en nues..
Matar la creatividad
Dar y perder la vida
Método para achicar la..
El coleccionista de insult..
Los dos halcones
Las tres rejas

La casa imperfecta
El violín de Paganini
Lo tuyo y lo mío
El perrito cojo
El árbol de los problemas
Ascender por resultados
La parábola del caballo
Empuja la vaquita
El regalo furtivo
Veremos

Los tres hermanos
El eco
Sembrar futuro
Quemar las naves
La carreta vacía
La felicidad escondida
La paz perfecta
Imaginar soluciones
Mi mejor amigo
La señora Thompson

Cualquier parecido
El mejor obsequio
El helado de vainilla
Las cicatrices de los clav..
El soldado amigo
La renovación del águila
Mirar los obstáculos
El círculo del odio
Huellas en el corazón
El elefante sumiso

Amor.exe
Armar el mundo
La perfección de Dios
Todos somos águilas
El anca de un caballo ro..
Aprendí y decidí
La marioneta
La mariposa perdida
¿Quién me necesita?
El gusanito

Ganadores y perdedores
Zanahorias, huevos y ca..
Sólo con el tiempo
El círculo del 99
Dar para recibir
El peso del rencor
El mensaje del anillo
Pesimista y optimista
Las cuentas de la vida
Lo que nos aporta Japón

Lista breve
Cómo aprovechar mejo..
Contrato de acción

Dar para recibir *


Había un árabe llamado Beremis Samir, que podía hacer cualquier cosa con los números. Un día iba de viaje y halló, a mitad del camino, a tres hombres que discutían acaloradamente frente a un lote de camellos. Beremis se detuvo y les preguntó el motivo de la controversia, y uno de ellos le respondió:

—Somos hermanos y recibimos estos treinta y cinco camellos como herencia de nuestro padre que acaba de fallecer. Yo, porque soy el mayor, debo quedarme, conforme a la voluntad del finado, con la mitad de los animales. Este, que es el segundo, debe recibir la tercera parte. Y aquel, el menor, la novena parte. Entonces otro de los hermanos dijo:

—¡Pero es imposible hallar la mitad exacta, y más aún la tercera y la novena partes de treinta y cinco!

Beremis Samir pensó un instante y luego, desmontando de su propio camello, lo agregó al lote de los que habían heredado los hermanos. Ellos se quedaron sorprendidos por la generosa actitud del viajero, pero aguardaron en silencio a que se explicara. Y así lo hizo, en efecto:

—Agregando mi camello a los de ustedes, hay treinta y seis. De modo que toma la mitad que te corresponde —y separó dieciocho camellos para el mayor de los hermanos.

Volviéndose al segundo, prosiguió:

—Te corresponde la tercera parte. Habiendo treinta y cinco camellos, no era posible que la recibieras, pues la tercera parte de treinta y cinco es once y pico, y los camellos no tienen pico. Pero ahora, con el camello que agregué, son treinta y seis. Ten: ahí van tus doce camellos, la tercera parte de treinta y seis.

Quedaba el hermano menor.

—A ti, según el testamento de tu padre, te corresponde la novena parte del lote. La novena parte de treinta y seis es cuatro: toma tus cuatro camellos.

Entonces, Beremis Samir hizo cuentas:

—Tú has recibido dieciocho camellos, tú doce y tú cuatro, más de lo que les correspondía, por ser la herencia de treinta y cinco camellos. Ahora sumemos: dieciocho más doce, treinta. Más cuatro, treinta y cuatro. Quiere decir que de los treinta y seis camellos, sobran dos. Uno es el que yo puse. Y el otro, el que me corresponde por haberlos ayudado a obtener lo que les correspondía —y dejando a todos los hermanos contentos, se fue con los dos camellos.


La moraleja que se descubre en este cuento es que todo cuanto damos a otros se entrega a título provisional, porque siempre la vida nos lo devuelve con creces. Si los egoístas supieran las ventajas que reporta la generosidad, serían generosos por puro egoísmo.

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* Contribución de Maribel Zupel, Santa Fe, Argentina, 13 de noviembre de 2001.