Los Mayas

La era de Yuhkno'm el Grande, rey de reyes

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Como quiera que haya sido, a partir de la era de Yuhkno’m ‘Cabeza’, la presencia de la dinastía de la serpiente en Calakmul se fortalecería a un ritmo vertiginoso. Tan sólo unos años más tarde de su gran victoria, en marzo de 636 Yuhkno’m ‘Cabeza’ efectúa una nueva campaña militar. Aunque la ciudad objeto de este nuevo ataque no ha podido aún ser identificada, no puede descartarse que se trate nuevamente de Naranjo-Wakab’nal. Tampoco nos resulta enteramente claro lo que ocurrió inmediatamente después: o bien Yuhkno’m ‘Cabeza’ falleció repentinamente —lo cual habría frustrado la celebración de su victoria— o tal vez simplemente asumió para sí un nuevo nombre, más acorde con su estatus de héroe victorioso, y con mayor resonancia dentro del glorioso pasado mítico e histórico de Kaanu’ul.

Cualquiera que haya sido el caso, a partir de 636 los textos glíficos de Calakmul utilizan un nombre distinto —Yuhkno’m Ch’e’n II, que significa aproximadamente ‘quien hace temblar ciudades’— para referirse al monarca en el poder. Cada cierto número de siglos, surge en la historia universal un rey o emperador que logra destacar de tal forma entre sus contemporáneos, que se hace merecedor del apelativo de «Grande» o «Magno» —Alejandro Magno de Macedonia; Carlomagno y Federico el Grande, de lo que es hoy Alemania, o bien Pedro el Grande y Catalina la Grande de la Rusia zarista—. Así, durante su mandato, Yuhkno’m Ch’e’n II acumularía gloria y poder como jamás se vio en el mundo maya, ganándose con justicia el mote de «Yuhkno’m el Grande», verdadero rey de reyes, a quien poco faltó para erguirse como todopoderoso emperador de las tierras bajas mayas, aunque a diferencia del primer emperador Qin Shi Huang de China, su ideal de un mundo maya unido bajo un gobierno centralizado moriría con él, y jamás llegaría a realizarse después. Algunos expertos no descartan todavía que Yuhkno’m el Grande haya sido en realidad el mismo Yuhkno’m ‘Cabeza’ —bajo un nuevo nombre tomado directamente de los episodios más gloriosos del pasado de la dinastía de la serpiente—. Yuhkno’m Ch’e’n fue también el nombre que llevó un monarca de Dzibanché durante el Clásico temprano, de quien hemos hablado ya.

Retrato de Yuhkno’m el Grande, el más poderoso de los reyes mayas, como la viva encarnación del día calendárico Ajaw. Plasmado en una vasija resguardada en el Museum zu Allerheiligen de Schaffhausen, Suiza. Dibujo de Christian Prager.

Con la madurez y experiencia que le conferían treinta y seis años de edad al asumir el trono, no tardaría en mostrar sus extraordinarias habilidades políticas y su amplia visión estratégica. Sin duda lo que se gestaba entonces en Calakmul comenzó a ser observado con gran interés —y franca preocupación— por Tikal, Naranjo, Palenque y otros sitios, aunque difícilmente sus rivales de entonces podrían haber imaginado que su reinado se extendería por cincuenta años, durante los cuales llevaría a Calakmul a la cúspide del poder de las tierras bajas centrales.

En primera instancia, el enfoque de Yuhkno’m el Grande se concentró en el frente interno, donde transformó irreversiblemente el rostro de su flamante capital de Calakmul —previamente controlada por el enigmático linaje del murciélago y las personas divinas de Chatahn—. Llevó a cabo entonces sustanciales modificaciones a la Estructura 2 —la gigantesca pirámide en el corazón del sitio— cuyas etapas iniciales datan de tiempos del Preclásico, al tiempo que comenzó a erigir una prodigiosa cantidad de estelas y monumentos jeroglíficos, que desafortunadamente la mala calidad de la piedra de esta región no ha permitido preservar más que en forma muy fragmentaria. Bajo su gobierno, la ciudad adquiriría proporciones colosales, llegando a albergar cerca de sesenta mil habitantes, en un área de más de setenta kilómetros cuadrados. Los arqueólogos han podido ubicar allí cerca de siete mil construcciones en sus mapas.

Yuhkno’m el Grande siguió fielmente la costumbre de erigir monumentos cada determinado final de período —principalmente los de k’atun y de medio k’atun—. En ocasiones ordenó también sincronizar tales dedicatorias con otras efectuadas en algunos de los centros dentro de su vasta órbita política, la cual mantuvo en constante expansión. Hábil diplomático, parece incluso haber viajado personalmente a sitios como Uxul, y quizá a Piedras Negras, para asegurarse de que se celebraran los rituales prescritos, en compañía de los reyes locales, aunque dada su avasalladora jerarquía, sin duda fueron mucho más numerosas las visitas de distintos dignatarios a su gran capital.

A diferencia de sus predecesores, enfocados perennemente en regiones más al sur, los horizontes de Yuhkno’m el Grande no estaban restringidos por límites cardinales o geográficos, y bien pudo haber intervenido tras los bastidores en lo que comenzaba a gestarse ciento setenta y dos kilómetros al noroeste, en las áreas selváticas cercanas a la actual ciudad de Campeche, donde los antiguos habitantes de Edzná debieron admirar con gran sorpresa la llegada de una princesa o reina de tierras lejanas —al parecer originaria del remoto sitio de Itzán, ubicado a más de trescientos treinta y tres kilómetros al sur—, acompañada seguramente por buena parte de su corte. Su nombre fue Jut Kaanek’, y pudo haber sido enviada deliberadamente por un poder mayor —léanse aquí la dinastía de la serpiente y sus aliados— para desposar al entonces gobernante local de Edzná, llamado Sihajiiy Chan K’awiil. En forma tal vez paralela, otra mujer de Itzán fue enviada para desposar al rey de Dos Pilas, B’ajlaj Chan K’awiil, mientras que sólo unos años más tarde de la llegada de Jut Kaanek’ a Edzná, una escalinata jeroglífica construida en Itzán brindaría testimonio sobre vínculos de algún tipo entre ese sitio y Calakmul-Uxte’tuun. Como quiera que haya sido, el arribo de esta dignataria de Itzán supondría cambios importantes, no sólo en Edzná, sino a la postre en las tierras bajas del norte, ya que se trata del primer caso documentado sobre la llegada de un individuo de probable filiación étnica itzá a la península de Yucatán, puesto que el uso del apellido gentilicio Kaanek’ (Estrella-Serpiente) es uno de los rasgos más consistentes a través de la historia de este grupo étnico, que eventualmente cobraría gran importancia en Yucatán, y después en el lago Petén Itzá —sede de la antigua Tayasal (Tah Itza’), sobre cuyas ruinas se construiría la actual isla de Flores—. Recordemos los mitos fundacionales de los itzáes, que refieren sus orígenes en una región montañosa al sur de Itzán y del Petexbatún, donde parecen haber estado sus montañas sagradas de Kaanek’witz (‘Estrella-Serpiente’) y B’alu’nte’witz (‘Nueve Montañas’), quizá cerca de la actual región de las Salinas de los Nueve Cerros.

Así las cosas, Tikal lentamente comenzaba a despertar de su larga «edad oscura» de ciento treinta años, aunque el sitio se hallaba todavía dominado por intrigas políticas y fuertes pugnas internas que no pasarían inadvertidas a Yuhkno’m el Grande. Incluso existen múltiples indicios acerca de que buscó activamente profundizarlas. Con el tiempo, tales tensiones acabarían por provocar una fractura en el linaje de Mutu’ul-Tikal. Debido a la ausencia de inscripciones que daten de esta época, sabemos muy poco sobre el gobernante que ocupó el lugar veintitrés o veinticuatro en el listado dinástico, aunque su nombre fue K’inich Muwaan Jo’l, y su legado a la posteridad parece haber incluido al menos dos hijos, los cuales asumirían eventualmente papeles importantes en nuestra historia. Tras la muerte de K’inich Muwaan Jo’l, la rivalidad entre estos dos presuntos hermanos crecería fuera de toda proporción, al considerarse ambos legítimos herederos al trono de Tikal. Inicialmente, uno de ellos —Nu’un Ujo’l Chaahk— lograría asegurar el control de su gran metrópoli, no sin sortear grandes dificultades, asestando un revés prematuro al otro, B’ajlaj Chan K’awiil, quien se vio forzado a partir hacia el exilio, encontrando refugio en un área hasta entonces relativamente pequeña y virtualmente deshabitada, conformada fundamentalmente por terrenos de cultivo, que con gran tenacidad lograría convertir en su capital de Dos Pilas, ciento diez kilómetros al sur de Tikal, en la región intermedia entre los ríos Pasión y Salinas, conocida como el Petexbatún guatemalteco.

Por trágica que nos parezca su fraternal enemistad, los problemas de ambos apenas habían comenzado. La llegada de B’ajlaj Chan K’awiil al Petexbatún trastornaría irreversiblemente el de por sí inestable equilibrio de esta región, anteriormente dominado bajo un modelo político de dos capitales gemelas, ubicadas en Tamarindito y Arroyo de Piedra, tan sólo a cuatro kilómetros del nuevo emplazamiento de Dos Pilas. A fin de adquirir suficiente legitimidad para transformar a Dos Pilas en su nueva capital regional y su centro de operaciones, B’ajlaj Chan K’awiil decidió emplear como título personal el glorioso emblema dinástico de Mutu’ul, idéntico —salvo por detalles insignificantes— al de los reyes de Tikal. A partir de entonces, los reyes de Dos Pilas remontarían sus orígenes dinásticos a la misma saga de mitos fundacionales que encontramos en las narrativas míticas de Tikal. Sobra decir que tal decisión llevaría de nuevo al límite las tensiones existentes entre Tikal y Dos Pilas.

El Templo V de Tikal se yergue a cincuenta y siete metros de altura. Ha sido fechado por los arqueólogos hacia mediados del siglo VI d. C., posiblemente durante el reinado de Nu’un Ujo’l Chaahk. Fotografía de Jeremy Blakes Lee.

Sucedió entonces lo inevitable: en el año de 648, el texto de la Escalinata 2 de Dos Pilas nos narra cómo un joven B’ajlaj Chan K’awiil —a la sazón con sólo veintidós años de edad— derrotó a fuerzas procedentes de Tikal, dando muerte al parecer a uno de sus príncipes —llamado Lam Nah K’awiil—. Tal suceso debió haber llamado poderosamente la atención de Yuhkno’m el Grande, bajo cuya férrea guía Calakmul florecía a pasos agigantados, al tiempo que aumentaba su influencia en las tierras bajas del sur, en gran medida basado en el poder de disuasión de su ejército, sin duda entre los más formidables jamás vistos en el mundo maya. ¿Sería posible capitalizar a su favor esta fractura emanada de las pugnas internas en el linaje de su archienemigo de Mutu’ul?

Los estrategas de la talla de Yuhkno’m el Grande difícilmente se conforman con ocuparse en un solo frente a la vez. Prácticamente al mismo tiempo, enfocó su atención en el sitio de Edzná, ciento setenta kilómetros al noroeste. Como resultado, dos emblemas jeroglíficos con la cabeza de serpiente quedaron plasmados hasta nuestros días en una magnífica escalinata jeroglífica descubierta en esta capital del occidente de Campeche. Allí, bajo el liderazgo del soberano local Kal Chan Chaahk, de la dinastía Wahywal—acompañado por una influyente reina de probable origen foráneo, quien bien pudo ser su propia esposa—, la ciudad alcanzaba insólitos niveles de prosperidad e influencia regional, a todas luces valiéndose del respaldo que pudo haberle brindado una presunta alianza con Yuhkno’m el Grande. El largo texto glífico de Edzná parece registrar fundamentalmente la muerte del rey previo —Sihajiiy Chan K’awiil— y la entronización del propio Kal Chan Chaahk, quien, según un pasaje recientemente descifrado, parece haber recibido dos «reliquias» —posiblemente de manos del propio Yuhkno’m el Grande— consistentes en un palanquín o litera con la efigie de alguna deidad y lo que podría ser una capa de piel de jaguar. Parece claro que tanto Calakmul como Edzná atravesaban entonces por una época de gran esplendor. Así parece confirmárnoslo el reciente descubrimiento de un altar jeroglífico en el sur de Campeche, en el sitio de Altar de los Reyes —también vasallo de Calakmul—donde Iván Šprajc y Nikolai Grube ha descubierto un listado único en su tipo, que refiere «trece tierras sagradas» —quizá aludiendo con ello a las capitales consideradas como más importantes, desde la óptica de ese tiempo y lugar particulares—. Figuran allí Edzná y Calakmul, al lado de otros grandes centros clásicos, como Tikal, Palenque, Copán y Motul de San José.

En una fecha cercana a la registrada en Edzná —quizá hacia 649 d. C.— Yuhkno’m el Grande supervisó personalmente la entronización del rey K’inich B’ahlam del sitio de El Perú-Waka’, ubicado a unos ciento ocho kilómetros al suroeste de Calakmul. Fiel a su estilo, parece haber atraído a K’inich B’ahlam a su red hegemónica mediante el hábil recurso de casarlo con una princesa de su propia casa dinástica —al parecer a su propia hija—, la señora K’ab’el. El plan daría resultado, pues K’inich B’ahlam se mantendría como uno de los más fieles aliados de la dinastía de la serpiente, de modo que El Perú-Waka’ seguiría honrando tales vínculos incluso después de la muerte de Yuhkno’m el Grande, ya en tiempos de sus sucesores, ‘Garra de Jaguar’ y Yuhkno’m Took’ K’awiil. Sin duda, este nuevo «matrimonio político» probaría ser uno de los temas importantes, como preludio al golpe maestro cuya ejecución reservaba para algunos años después. El envío de princesas o reinas de la casa dinástica propia —o bien de una aliada—, con el fin de desposar a un gobernante con quien se desea entablar una alianza, fue claramente uno de los mecanismos favoritos de los gobernantes hegemónicos —como Yuhkno’m el Grande— para influir a distancia sobre otros sitios, ganando así mayor control económico y político sobre intereses regionales estratégicos, sin necesidad de enviar a sus ejércitos.

Sin embargo, Yuhkno’m el Grande sabía bien que sus planes de vertiginosa expansión política eventualmente requerirían medios más contundentes que las sutilezas de la diplomacia. Echa mano entonces de su formidable poderío militar, y en la fatídica fecha 1 Kawak 17 Muwan (23 de diciembre de 650), un glifo de «guerra-estrella» registra cómo fuerzas bajo su mando logran la proeza de invadir Dos Pilas, adquiriendo el control total sobre un sitio ciento noventa kilómetros al sur de su capital de Calakmul. El ataque obliga a B’ajlaj Chan K’awiil a huir nuevamente, esta vez refugiándose en el sitio geográficamente fortificado de Aguateca —antiguamente llamado K’inich Pa’ Witz (Resplandeciente Montaña Partida)—, menos de diez kilómetros hacia el sur. Tras experimentar en carne propia la avasalladora fuerza bélica de Kaanu’ul, el oportunista B’ajlaj Chan K’awiil comprendió de inmediato lo fútil que resultaría para un sitio modesto como Dos Pilas intentar interponerse en los planes de este imparable Goliat, ¿Por qué no mejor unírsele? A fin de cuentas, no carecían de una causa común: la animadversión hacia Tikal y su rey Wak Chan K’awiil. Su astucia le llevó entonces a tomar una arriesgada decisión: comprometería su independencia, a fin de entablar un pacto, apelando al sentido práctico de su imponente interlocutor. En ello no se equivocaría, y a partir de entonces, trabajaría incansablemente para convertirse en el más incondicional y útil de todos los aliados de Yuhkno’m el Grande.

Sin duda, su intermediación debió haber sido importante en la siguiente de las grandes proezas que del rey de la serpiente: adquirir el control del distante sitio de Cancuén, ubicado más de doscientos treinta y dos kilómetros al sur de su capital de Uxte’tuun-Chihknaahb’, en los límites de las tierras bajas con la montañosa región de la Alta Verapaz. Así, en 656 instala como rey de Cancuén a un noble de origen posiblemente foráneo, usualmente referido como K’iib’ Ajaw, según nos narra un panel jeroglífico descubierto en Cancuén, que atribuye además el título supremo de kalo’mte’ a Yuhkno’m el Grande, denotando con gran claridad su estatus hegemónico. De inmediato, K’iib’ Ajaw emprende ambiciosos programas constructivos en lo que hasta entonces debió ser un asentamiento bastante modesto, aunque estratégico para que Calakmul se allegara el control de la importante ruta de comercio que conectaba las tierras altas de Guatemala con el Petén central y el occidente, a través del río La Pasión.

Mientras tanto, el rey aliado Kal Chan Chaahk seguía prosperando en Edzná, y festeja el final de k’atún ocurrido en 652 erigiendo la Estela 22 —donde se hace llamar señor de Tzahb’nal y de Wakab’nal—, al tiempo que Yuhkno’m el Grande hace lo propio en Calakmul y supervisa además un evento de naturaleza desconocida. Al respecto, es interesante que en esta misma fecha, aunque setenta y dos kilómetros al norte de Edzná, en Campeche, el rey local K’inich de la isla de Jaina dedica la Estela 1 y al menos otros tres monolitos. No puede descartarse que Yuhkno’m el Grande y su aliado Kal Chan Chaahk hayan tenido que ver en ello. De cualquier forma, la influencia que alcanzó Edzná entonces en las tierras bajas del norte pudo haber derivado de un esquema relativamente inusual de gobierno conjunto —un «matrimonio real»—ya que dos de los monumentos que podrían datar del reinado de Kal Chan Chaahk celebran la presencia de una poderosa mujer kalo’mte’ , cuyo nombre podría aparecer también en el más importante de todos los monumentos de Edzná, la Escalinata Jeroglífica 1, que Kal Chan Chaahk mandó erigir en el corazón de la Gran Acrópolis.

Hábil estratega, en 657 Yuhkno’m el Grande decidió que por fin había llegado la hora de ejecutar la jugada maestra que venía preparando cuidadosamente desde años atrás. Puso entonces en jaque al rey Nu’un Ujo’l Chaahk de Mutu’ul, mediante la más temeraria de todas sus aventuras bélicas: la invasión de Tikal. La correlación de fuerzas parece haber sido desigual y Calakmul se alzaría con la victoria. En el bando enemigo, los glifos nos narran cómo Nu’un Ujo’l tuvo que salir huyendo de Tikal para evitar su muerte, aunque posteriormente seguiría el ejemplo de su presunto hermano B’ajlaj Chan K’awiil, y recurriría también a medidas extremas a fin de negociar con el enemigo, basándose en su habilidad política, sin importar lo humillantes que pudieran ser las condiciones impuestas. Quizá detrás de esta decisión estuvo el temor de que la historia se repitiese y que su ciudad se hundiera de nuevo en las profundidades de una catástrofe total —recordemos que Tikal apenas había logrado salir de ciento treinta años de oscurantismo—. Esta vez, más que benevolente con su enemigo caído, el implacable Yuhkno’m el Grande parece haber sido harto pragmático: ¿para qué destruir la gran Tikal, cuando en cambio podía aprovechar sus enormes recursos económicos e infraestructura política a su favor?

Tras esta gran victoria, Yuhkno’m el Grande alcanzó por fin el pináculo de la gloria, aunque a sus sesenta y dos años comenzaba ya a preocuparse acerca de quién podría sucederle en el trono. Antes de 662 creyó haber encontrado al candidato idóneo —muy probablemente su propio hijo— a quien conoceremos después como ‘Garra de Jaguar’ (Yuhkno’m Yich’aak K’ahk’). Decidió entonces celebrar a lo grande el primero de los rituales sagrados de tránsito hacia una edad adulta del infante Garra de Jaguar, que generalmente consistían en infligir al participante un sangrado en los genitales, a fin de ofrendar a las deidades el vital líquido o k’ik’el así extraído —la sustancia más preciada accesible a los mortales, símbolo de sacralidad por antonomasia— mediante afilados punzones, instrumentos rituales que frecuentemente aparecen exquisitamente decorados con jeroglíficos incisos, que luego eran remarcados mediante el rojo brillante del cinabrio—. En su nueva e incómoda situación de vasallaje ante Calakmul, el derrotado rey de Tikal, Nu’un Ujo’l Chaahk, se vio forzado a asistir a presenciar dicho ritual, donde tuvo que hacer a un lado todo sentimiento de orgullo y dignidad personales, a fin de mantener la cabeza fría frente a otro más de los invitados, su posible hermano y odiado rival, B’ajlaj Chan K’awiil de Dos Pilas.

Para entonces, el poderío de Kaanu’ul había cobrado ya tal envergadura en la región del sureste de Campeche que los señores del enigmático linaje del murciélago parecen haber optado prudentemente por retirarse de allí, cediendo con ello el control de esta zona a otros linajes contendientes, leales a Yuhkno’m el Grande. Su nombre glífico ha sido identificado en dos de los monumentos de Uxul por Nikolai Grube, al parecer en el acto de supervisar una ceremonia de final de período en 9.11.10.0.0 (662 d. C.), llevada a cabo por el rey local Muyal Chaahk. Sobre lo que ocurrió durante los diez años que siguieron, muy poco sabemos en realidad, aunque resulta claro que Calakmul mantuvo una plétora de sitios bajo su control —muchos de los cuales le proveían del control de rutas comerciales, bienes de tributo, producción agrícola, guerreros y mano de obra para construcción—. Así, Yuhkno’m el Grande se mantuvo en la cúspide del poder de las tierras bajas mayas hasta el siguiente final de k’atun, en 9.12.0.0.0 10 Ajaw 8 Yaxk’in (28 de junio de 672), cuando organizó una de las más fastuosas celebraciones, dedicando al menos seis enormes estelas en Calakmul. Otros gobernantes aliados parecen haber seguido su ejemplo. En Uxul, Muyal Chaahk erige en la idéntica fecha la magnífica Estela 6. También en Edzná, un nuevo rey llamado Janaahb’ Yok K’inich —hijo del matrimonio previo entre Sihajiiy Chan K’awiil y la Señora Jut Kaanek’— erige la Estela 18.

Ese mismo año de 672, Nu’un Ujo’l Chaahk —seguramente extralimitado por el pesado yugo de las cargas tributarias impuestas por Calakmul— decide unilateralmente violar los términos del pacto de posguerra que le impuso Yuhkno’m el Grande. Toma entonces una decisión prácticamente suicida: atacaría Dos Pilas, sin importar las consecuencias, buscando acabar de una vez por todas con su fraterno rival B’ajlaj Chan K’awiil. Así, en uno de los mayores dramas de la historia maya, tras el cruento ataque, B’ajlaj Chan K’awiil huye para salvar su vida, mientras Nu’un Ujo’l Chaahk envía a sus despiadados guerreros en pos de él, quienes en su frenética persecución fueron arrasando los pueblos que encontraban a su paso. Así, al menos tres de las ciudades donde B’ajlaj Chan K’awiil buscó refugiarse arderían después en llamas.

Aun en medio de tan difíciles condiciones, B’ajlaj Chan K’awiil y su astucia política eran ya pieza imprescindible de los planes de Calakmul —factor que Tikal subestimaría fatalmente—, y el rey de Dos Pilas parece haberse esmerado para merecer tal distinción. En ello le fueron de gran ayuda sus dos esposas, pues con la primera de ellas —la señora B’ulu’— tendría una hija, llamada Wak Lem Chan (‘Señora Seis Cielo’), quien posteriormente sería enviada ciento treinta y seis kilómetros al noroeste en una delicada misión, al el sitio de Naranjo-Wakab’nal, volviéndose instrumental allí para cimentar las alianzas de Dos Pilas —y por extensión del propio Naranjo— con la dinastía de la serpiente. La segunda de sus esposas fue una señora del sitio de Itzán —al igual que Jut Kaanek’ en Edzná— quien daría a luz a uno, o quizá dos de los siguientes gobernantes del sitio, incluyendo a Kohkaaj K’awiil, quien gobernaría en la siguiente generación —entre 698 y 726—. También es posible que la princesa de Itzán haya engendrado al poco conocido Kohkaaj B’ahlam, quien, de acuerdo con Stanley Guenter, pudo haber sido el primogénito y, por tanto, con facultades para ejercer el poder, como parece haber hecho en algún momento posterior a la muerte de su padre B’ajlaj Chan K’awiil y previo al ascenso al trono de su hermano, es decir, entre 692-697.

Así, el binomio de Yuhkno’m el Grande y B’ajlaj Chan K’awiil volvió a sumar fuerzas en abril de 676, esta vez para supervisar la entronización de un gobernante aliado en el extremo sur de las tierras bajas —el distante sitio de Cancuén—llamado quizá Chan Xiw Ahk Taak Chay. Tras reafirmar su autoridad en la frontera sur de sus dominios, la atención de Yuhkno’m el Grande volvería a enfocarse en el agitado hormiguero en que se había convertido el Petén central, donde la situación de un colérico e insurrecto rey de Tikal que se escabullía de su control se tornaba insostenible. De hecho, no tardaría en tomar cartas en el asunto. En 677, los peores temores de Nu’un Ujo’l Chaahk al emprender su aventura insurgente se volverían realidad. Previsiblemente, la respuesta de Calakmul fue un ataque demoledor contra fuerzas de Tikal, aunque no allí, sino en el sitio no identificado de Pulil, cortando con ello de tajo la iracunda embestida de Nu’un Ujo’l Chaahk contra su principal socio de Dos Pilas. Si bien Nu’un Ujo’l Chaahk sobrevivió de algún modo el ataque, su ciudad quedó maltrecha y vulnerable, situación que sería aprovechada por B’ajlaj Chan K’awiil dos años más tarde, en 679. Con el respaldo de su formidable aliado de la serpiente, su ejército desató tal caos y destrucción en Tikal, que las inscripciones jeroglíficas de los vencedores, en Dos Pilas, literalmente nos narran que, «los cráneos se apilaron como montañas y la provincia se inundó de sangre» (witzaj ujolil naahb’aj uk’ik’el uxlaju’un tzuk). Como resultado de la contienda, otro de los señores de Tikal —Nu’un B’ahlam— fue capturado y brutalmente sometido por B’ajlaj Chan K’awiil. Es posible aún que Nu’un Ujo’l Chaahk haya logrado huir para evitar su muerte inminente. Lo cierto es que no vuelve a ser mencionado.

Escalinata Jeroglífica 2 de Dos Pilas, Guatemala. Describe las consecuencias de la derrota de Tikal en el 679 mediante la expresión «los cráneos se apilaron como montañas y la provincia se inundó de sangre» (witzaj ujo’lil naahb’aj uk’ik’el uxlaju’un tzuk). Escalinata Oeste, Escalón 4. Fotografía de Merle Greene Robertson.

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