Los Mayas

El origen de la escritura

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Fue en una región más amplia, ubicada en torno al istmo de Tehuantepec, donde parecen haberse consolidado las principales características de las más altas civilizaciones jamás vistas en Mesoamérica. Si bien tanto olmecas como zapotecas parecen haber mantenido cierto grado de coexistencia con los mayas durante el Preclásico medio, posteriormente entrarían en escena ciertos grupos portadores de la cerámica Xe, posiblemente descendientes de los olmecas y, al igual que estos últimos, quizá hablantes de alguna lengua mije-sokeana. Estos grupos comenzarían a producir muestras verdaderamente brillantes y sofisticadas de arte y escritura fonética en ciertas regiones de Veracruz, Oaxaca, Chiapas y Tabasco durante el Preclásico superior y el llamado Protoclásico, una época de transición previa al Clásico temprano.

Debido a lo poco que conocemos sobre esta cultura, por ahora nos limitamos a referirla como istmeña o epi-olmeca. Desafortunadamente, no han podido hallarse aún con claridad las ciudades desde donde emanó esta gran cultura y donde fueron producidos poco más de una docena de monumentos, que brindan testimonios sobre su existencia tan brillantes como la Estela de la Mojarra, actualmente exhibida en el Museo de Xalapa, en Veracruz, aunque ciertas porciones de las tierras altas de Chiapas —incluyendo la región de Izapa— parecen promisorias para hallar huellas más concretas de esta alta civilización extinta. La sofisticación de la escritura istmeña o epiolmeca parece rivalizar con la de los mayas, aunque, a diferencia de la última, los mayores secretos de su funcionamiento todavía se resisten al escrutinio del intelecto occidental. Pese a ello, se sabe que algunos signos istmeños encontraron su camino hasta el sistema de escritura maya, siendo adoptados por los escribas en un proceso de difusión similar a otros registrados entre algunas de las antiguas civilizaciones del Viejo Mundo. Por varios motivos, esta cultura istmeña parece ser la que presenta características más afines a la maya, ya que abundan los paralelismos entre ambas, inclusive en aspectos complejos de la religión, el calendario y el empleo de recursos equivalentes en ambos sistemas de escritura, que han llevado a algunos expertos a sopesar la idea de una fuerte difusión cultural de rasgos istmeños que habrían sido ávidamente asimilados por los mayas, quienes para entonces se expandían paulatinamente dentro del tercio oriental de Mesoamérica, desplazando con ello a otros de los grupos que allí habitaban.

Escritura temprana descubierta en San Bartolo, Guatemala, por el arqueólogo William Saturno y su equipo, hacia 300 a. C. (Dibujo del autor basado en el dibujo de David Stuart).

El uso de escritura jeroglífica era ya habitual para los mayas de esta época tan temprana, aunque los signos que producían eran tan distintos de sus variantes más tardías que todavía son muy pocos los que pueden leerse con certeza. Fue también durante este momento cuando surgen las primeras inscripciones mayas que conocemos, como el caso del Monumento 1 de El Portón y otros en el valle de Salama y el valle del río Chixoy, donde, además de tradiciones escultóricas y escriturarias sofisticadas, pudieron originarse otros rasgos importantes de la cultura maya, incluyendo una creciente jerarquización social y un énfasis en la vida ceremonial. Los anteriores hallazgos de escritura temprana se ven complementados de forma importante por otros más recientes en el sitio de San Bartolo, en el Petén central, amén de la Estela 1 de Nakbé, que también ostenta una composición glífica en el tocado de uno de los personajes que retrata. En su conjunto, esta evidencia nos indica que desde al menos el 400 a. C. ya existían ciudades mayas capaces de producir arquitectura monumental y monumentos jeroglíficos de gran sofisticación, así como grandes obras de arte que debemos entender como la manifestación de conceptos religiosos plenamente conformados, incluyendo ya muchos de los antecesores de los dioses del maíz y de la lluvia que después se volverían tan familiares.

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