Los Mayas

El ocaso de la era de los grandes reyes de Occidente

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Los últimos grandes reyes de las mayores capitales de la región occidental comenzaban a morir, y sus sucesores no podrían igualar sus proezas. Quizá presintiendo que su fallecimiento estaba próximo, el octogenario Kohkaaj B’ahlam III se enfocó en la sucesión, y manda construir en el 738 un complejo arquitectónico en Yaxchilán para favorecer a la segunda de sus esposas —la joven princesa Sak Biyaan—. Resulta claro también que Calakmul debió buscar un acercamiento con Yaxchilán en algún momento previo, pues parece haberle enviado una princesa de su propia casa dinástica —quizá llamada Uh Chan Lem— para desposarle y así influir en la sucesión. Ciento diez kilómetros al oeste de allí, en el 739 fallece en Toniná K’inich Yihch’aak Chapaht ‘Garra de Ciempiés’. Eventualmente, el control del sitio quedaría en manos de K’inich Tuun Chapaht (Ciempiés de Piedra). Poco después en Palenque, a pesar de que carecemos de una fecha exacta, sabemos que hacia el 740 debió ocurrir también la muerte de K’inich Ahkul Mo’ Naahb’ III. Con él, la era de los grandes reyes de la dinastía de B’aakal parecía entrar en su fase final. Poco antes del 742, el trono quedaría en manos de su posible hermano, llamado Upakal K’inich —quien luego modificaría su nombre para aproximarlo al de su ilustre abuelo K’inich Janaahb’ Pakal—. Existen dos retratos suyos, el primero de extraordinario realismo, modelado en estuco policromado en el Templo XIX —comparable a lo mejor del arte del Viejo Mundo de entonces—, amén de otro en el magnífico tablero del Templo XXI, que lo muestra junto con su hermano —el ahora fallecido K’inich Ahkul Mo’ Naahb’ III— cuando ambos eran muy jóvenes, flanqueando a su célebre abuelo, el gran K’inich Janaahb’ Pakal. Las escasas inscripciones que aluden a Upakal K’inich le otorgan el título de B’aah Ch’ok (‘Primer Heredero al Trono’).

Aunque tales muestras de destreza artística, más que reflejos de una época de esplendor que se escapaba, parecen intentos por ocultar la realidad de que Palenque ya no era la gloriosa Lakamha’ de antaño, y su esfera de influencia parecía contraerse a un ritmo acelerado. Con todo, en enero del 742, un noble de algún sitio subsidiario asciende al poder bajo la estricta vigilancia de Upakal K’inich. Es en torno a esta época cuando Toniná-Po’ —por obra de su rey K’inich Tuun Chapaht— decide asestarle nuevamente un duro golpe a su viejo rival, ya que un tablero de Toniná muestra a un cautivo asociado con el glifo emblema de B’aakal. También en el 742 se verifica la muerte de Kohkaaj B’ahlam III en Yaxchilán. Tras su reinado extraordinariamente largo —que rebasó los sesenta años de duración— parecen haberse acumulado una buena cantidad de pretendientes al trono. Al menos una facción clamaba descendencia directa del fallecido rey, mientras otras estuvieron vinculadas con alguna de sus tres esposas. Tales luchas internas cobrarían gran fuerza, aunque eventualmente la balanza parece haberse inclinado en favor de un aspirante que retomó para sí el nombre del fundador dinástico —haciéndose llamar Yopaat B’ahlam II— y que buscaría compensar los cuestionamientos sobre su legitimidad mediante arriesgadas maniobras, como solicitar el respaldo de sus rivales de Piedras Negras-Yokib’, ávida de capitalizar a su favor la debilitante división interna de Yaxchilán. Paralelamente, el Gobernante 4 buscaba dar continuidad a la tradición de su predecesor, en el sentido de conmemorar cada final de período de ho’tuun mediante la erección de estelas. Sin embargo, sus vínculos dinásticos más fuertes se enfocarían en la figura de Itzam K’an Ahk III, ya que en el 746 efectuaría un elaborado ritual en su honor para conmemorar ochenta y tres ciclos de tzolk’in tras su muerte (83 x 260 días). Poco después, el Gobernante 4 prepararía grandes festividades con motivo del aniversario de su primer k’atun en el poder, ocurrido en 9.15.18.3.13 (31 de julio de 749). La velada que siguió quedó para siempre inmortalizada en el Dintel 3, elaborado por uno de sus sucesores —sin duda una de las máximas obras maestras del arte maya—. La escena se desarrolla dentro de una amplia cámara palaciega, con las cortinas elegantemente recogidas. Al centro, la figura del Gobernante 4, elegantemente sentado de piernas cruzadas en su fabuloso trono mientras se dirige a sus siete invitados —entre los que se cuenta el nuevo rey «interino» de Yaxchilán, Yopaat B’ahlam II— en torno a una vasija repleta de caliente y fermentado cacao. Está flanqueado por otros siete familiares y miembros de la nobleza, entre ellos un príncipe infantil llamado T’ul Chihk. De este modo, un nuevo rey —probablemente el decimosexto— llamado K’inich Ho’ Hix B’ahlam II ascendería al poder en Pomoná en el 751, ante la supervisión directa de quien gobernaba Palenque en aquel entonces, K’inich Kaan B’ahlam III. A pesar de su glorioso nombre —similar al de su predecesor, el hijo mayor de K’inich Janaahb’ Pakal— sabemos muy poco sobre él en realidad, ante la ausencia de mayores referencias sobre él en su ciudad, que seguramente vivía todavía tiempos difíciles, tras la nueva derrota ante Toniná.

Ciento cincuenta kilómetros al noroeste de Palenque, un nuevo rey de Comalcalco —llamado Ahkul Te’ Chaahk— dedica una nueva inscripción de ladrillo frente al Templo 1 de aquella ciudad, al tiempo que se hace llamar allí «rey divino de B’aakal». Paralelamente en Yaxchilán, la crisis de legitimidad en la que había caído la ciudad durante los últimos diez años llegaría a su fin en 9.16.1.0.0 (3 de mayo de 752), cuando de entre la confusión reinante emerge la figura de Yaxuun B’ahlam IV (Pájaro Jaguar IV). A pesar de que ya no era joven —con cuarenta y tres años de edad— le sobraban energías para afrontar los enormes retos internos y foráneos que tenía ante sí. A diferencia de su cuestionado predecesor Yopaat B’ahlam II, Yaxuun B’ahlam IV era hijo legítimo de Kohkaaj B’ahlam y de su tercera esposa —la señora Uh Chan Lem de la dinastía de la serpiente—, aunque para entonces la gloria de Kaanu’ul era cosa del pasado y ella nunca tuvo un papel protagonista en los asuntos de gobierno. Aun así, el nuevo rey buscaría por todos los medios revestirse a sí mismo de legitimidad —lo que incluía exaltar el estatus de su madre—. Para el mismo fin, ejecuta ese año un nuevo ataque, donde logra capturar a un gobernante subsidiario (sajal) del distante sitio de Wak’aab’ (al parecer Santa Elena), setenta y cinco kilómetros al norte. Poco más tarde, capturaría a un individuo referido como «Cráneo Enjoyado» en 755, procedente del desconocido sitio de Sanab’ Huk’ay, para lo cual se valió de los servicios de su sajal principal, llamado K’an Tok Wahyib’.

En Piedras Negras, el mismo Dintel 3 que mencionamos antes contiene el recuento de lo que ocurriría algunos años después, cuando la vida o «aliento puro» (sak ik’il) del Gobernante 4 se extinguió, en noviembre de 757, tras lo cual sería enterrado en el interior de la pirámide denominada O-3, que representa metafóricamente la montaña del tiempo ancestral, llamada Ho’ Janaahb’ Witz, mítico lugar de origen y destino, hábilmente recreado por los arquitectos de entonces. Poco después, fuerzas de Piedras Negras parecen haber sufrido el embate de Yaxchilán, bajo el mando de Pájaro Jaguar IV, quien lograría apuntarse una importante victoria en 759, al capturar a un señor llamado T’ul Chihk, portador del prestigioso título de K’ihna’ Ajaw. Para lograr la victoria, uno de sus vasallos parece haberle sido de gran ayuda: el sajal Tilo’m del sitio de La Pasadita, quien plasmaría la proeza en un dintel de su propia ciudad. Fiel a su estilo de emular los pasos de su padre, Pájaro Jaguar IV tendría también múltiples esposas. La más prominente de ellas fue la señora local Chak Chami, con quien eventualmente engendraría a su sucesor, Kohkaaj B’ahlam IV. Interesantemente, otras dos de ellas —las señoras Wak Jalam Chan Ajaw y Wak Tuun— fueron originarias del distante sitio de Motul de San José, a orillas del lago Petén Itzá, ciento doce kilómetros al oriente. La cuarta fue una princesa llamada Mut B’ahlam, procedente de Hix Witz (Montaña Jaguar), en la región de Zapote Bobal, donde quizá fue capturada tiempo atrás, tras la campaña que Yaxchilán libró allí en 732.

Más tarde, en Toniná, K’inich Tuun Chapaht emprendería la remodelación del juego de pelota hundido, tras lo cual se registra su «entrada» en una montaña (och ti witz) como parte de un enigmático ritual celebrado en 762, que algunos expertos consideran como una posible indicación de su muerte hacia esta fecha. Más sorprendente todavía resulta que se haya enviado a una princesa de la casa dinástica de B’aakal —la señora Chak «Nik» Ye’ Xook— más de cuatrocientos cuarenta kilómetros hacia el sureste, hasta la distante ciudad de Copán. Allí se casaría con un noble local, con quien tendría un hijo. Eventualmente, el recién nacido llegaría a ser conocido con el célebre nombre de Yax Pasaj Chan Yopaat, tras su ascenso al trono de esta imponente capital del valle del río Motagua, en junio de 763.

Nuestro recorrido por el esplendor clásico de Occidente termina con los últimos años de Pájaro Jaguar IV en Yaxchilán. Allí efectúa una danza que implicó el intercambio de vistosos estandartes, en compañía de su cuñado, Chak Chami —tío materno del futuro gobernante—. El objetivo de este elaborado ritual fue quizá asegurar el ascenso al poder de su hijo cuando él tuviese que partir a su última cita, pues los dioses remeros aguardaban ya con impaciencia su turno de poder transportar su alma a través de las aguas del inframundo. Hacia 768 sobrevino su muerte, y con ella la era de los grandes reyes de Yaxchilán llegaría a su fin. Pájaro Jaguar IV parece incluso haber dejado inconclusa una de sus mayores obras —el Templo 33—, legando la tarea a su hijo, quien eventualmente lo haría, aunque bajo la atenta vigilancia de su tío Chak Chami, cuya colaboración con el difunto rey le valió un papel prominente en los asuntos de gobierno. Sin embargo, enfrascados en los vaivenes de la sucesión dinástica, los nuevos líderes de Yaxchilán difícilmente imaginaron que todo el sistema de gobierno que luchaban por perpetuar —la era de los reyes divinos— tenía los días contados. De hecho había comenzado ya a desintegrarse paulatinamente.

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