Los Mayas

El comienzo de la era histórica en la región occidental

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Pocas experiencias en el mundo maya despiertan con tanta intensidad la maravilla de descubrir una era perdida como el navegar a través de los soberbios paisajes del río Usumacinta y desembarcar en el muelle de la gran ciudad de Yaxchilán. Una serie de cuatro magníficos dinteles producidos allí contienen el listado de los reyes históricos más tempranos de la región occidental, al menos hasta donde conocemos. Las primeras fechas jeroglíficas contemporáneas —no retrospectivas— del sitio datan del 514 d. C., aunque ignoramos el momento exacto en que la dinastía de Cielo Partido emigró o se ramificó desde el Petén central —léase El Zotz’ y posiblemente la región de San Bartolo— para terminar estableciéndose en Yaxchilán. El hecho es que el gran fundador dinástico Yopaat B’ahlam tendría un sucesor, llamado quizá Kohkaaj B’ahlam I, cuyo nombre continuaría inspirando siglos después al de varios sucesores suyos. Su reinado comenzó algún tiempo antes de 378, pues después de tal fecha asumiría el trono Yaxuun B’ahlam I, tercero en la lista de sucesión, y también dueño de un nombre que cobraría gran celebridad en el futuro. Posteriormente, la narrativa del Dintel 11 señala la fecha de 389 como el momento en que el cuarto rey —quizá llamado Yax Xukub’ Jo’l— asumió el trono de Pa’chan.

Trasladémonos ahora noventa kilómetros río abajo, a la región de Boca del Cerro y Pomoná en Tabasco. Desde allí surgía una ruta tierra adentro que comunicaba cincuenta kilómetros hacia el poniente para acceder a la majestuosa ciudad de Palenque. Poco sabemos en realidad sobre la historia temprana del linaje real de B’aakal que allí gobernó. Comúnmente se considera como el fundador «histórico» a un rey llamado K’uk’ B’ahlam I (Quetzal-Jaguar I), quien habría nacido al parecer en el 397 d. C. y asumió el gobierno en el 431. Se le otorgó entonces el título de Señor Divino de Toktahn. Parece aludir a un enigmático «centro de nubes», lugar de origen dinástico que algunos creen ubicado en las cercanías, y otros a considerable distancia. Existe un retrato de K’uk’ B’ahlam en una de las magníficas columnas del Templo de las Inscripciones, finamente modelado en estuco, que lo muestra vestido con un elegante faldellín de piel de jaguar y tocado de largas plumas de Quetzal, al tiempo que mece paternalmente una efigie del dios-relámpago infantil (GII), de cuyo pie izquierdo surge una feroz serpiente. K’uk’ B’ahlam fue contemporáneo del rey de Sihajiiy Chan K’awiil de Tikal, y en efecto, durante esta época Palenque no debió permanecer al margen de los desarrollos que tenían lugar en el Petén central, donde se implementaba el nuevo orden traído desde Teotihuacán. Hemos mencionado ya cómo una subestructura del Templo V muestra un retrato modelado en estuco de un guerrero con anteojeras y átlatl o lanzadardos, que combinada con la mención a Sihajiiy K’ahk’ en un Tablero del Palacio, nos brinda testimonio del profundo impacto que tuvieron aquellos sucesos, no sólo en el corazón del Petén, sino también hacia la periferia.

Después asumiría el poder en el 435 un joven de trece años de edad, el Gobernante 2 (Gobernante Ch’a… II), nacido en un día 11 Lamat —equivalente a 11 Conejo en otras tradiciones mesoamericanas—, quien eventualmente se mantendría casi medio siglo en el poder. Su nombre, inspirado en el de una deidad poco conocida, es idéntico al del semi-mítico fundador referido líneas arriba, y nos resulta igualmente difícil de descifrar con plenitud. Aparece escrito en un exquisito tazón de piedra travertina, donde también se lo retrató como un hombre barbado en ademán de mando, sentado en elegante postura. Poco después de su entronización, le correspondió celebrar el cambio de un calendárico mayor, el de b’ak’tún (400 x 20 x 360 días), ocurrido en 9.0.0.0.0 (11 de diciembre del 435) en Toktahn, dondequiera que haya estado tal lugar. Gracias al descubrimiento del Tablero de K’an Tok, sabemos que este gobernante instaló al menos a dos nobles en cargos sacerdotales importantes en el 445 y en el 460.

Paralelamente, fue hacia el año 450 cuando la dinastía de Yokib’ se estableció en Piedras Negras, un lugar antiguamente referido mediante el nombre de lugar de «Garra-Piedra», según sus propias narrativas registradas en el Trono 1. Cuarenta y cinco kilómetros río arriba se accedía a Yaxchilán, donde en algún momento previo al año 454, ascendió al trono el séptimo rey, referido como Luna Cráneo (quizá llamado Jatz’om Jo’l). Fue desde este temprano momento de su historia cuando surgiría en la región occidental la fuerte rivalidad que caracterizaría las relaciones futuras entre los antiguos linajes de los reyes de Yokib’, por un lado, y los señores de ‘Cielo Partido’ o Pa’chan, por otro. Así, hacia el año 460 el rey Itzam K’an Ahk I de Piedras Negras parece haber sido capturado por Luna Cráneo. Claramente, los conflictos entre ambas ciudades perdurarían durante la siguiente generación, pues el trono de Piedras Negras quedaría en manos de un nuevo rey, homónimo de su predecesor —llamado Itzam K’an Ahk II—y probablemente hacia el año 478, uno de sus vasallos con el rango de yajawte’ sería capturado por el siguiente rey de Yaxchilán, Yaxuun B’ahlam II (Pájaro Jaguar II).

Mientras tanto, antes de su muerte, el Gobernante Ch’a… de Palenque parece haber engendrado dos hijos, ambos de los cuales llegarían a gobernar en sucesión. El primogénito pudo ser Butz’aj Sak Chihk (Coatí Blanco Humeante), quien se entronizó en el 487, con tan sólo veintiocho años de edad. Hacia el 490 llevó a cabo un ritual de naturaleza poco clara, aunque relacionado con un cambio importante. El lugar dominante dejaría de ser el centro de nubes Toktahn, y en cambio comienza a referirse un lugar de ‘Grandes Aguas’, sin duda relacionado con la sede actual de Palenque a orillas del río Otolum.

Posiblemente fue el hermano menor de Butz’aj Sak Chihk —llamado Ahkul Mo’ Naahb’ I— quien ascendió al poder en junio del 501. Cobraría prominencia en narrativas futuras como un gobernante ancestral de cierta importancia. Mientras tanto, hacia el 508, un nuevo rey de Yokib’ referido como ‘Diente de Tortuga’ II —probablemente llamado Yat Ahk II— perdería también a uno de sus vasallos en una nueva confrontación con Yaxchilán que parece replicar lo ocurrido treinta años atrás. La victoria fue para su oponente, el noveno rey de Pa’chan, ‘Jaguar Ojo de Nudo’, hijo de Yaxuun B’ahlam II. Durante su gobierno, Yaxchilán crecería en estatura política. Su anhelo de convertir la ciudad en la capital regional del Alto Usumacinta le llevaría a trabar combate también contra fuerzas de Bonampak-Ak’e’, e inclusive sus monumentos registran la captura de un vasallo del rey de Tikal, Chak Tok Ich’aak ‘Garra de Jaguar’.

Como consecuencia de la derrota ante Yaxchilán, en noviembre del 510 «Diente de Tortuga» II decide emprender un viaje hacia algún lugar distante, que parece haber requerido ciento cincuenta y cinco días, a fin de visitar a un enigmático gobernante hegemónico referido como el «Kalo’mte’ del occidente» —llamado Tajo’m Uk’ab’ Tuun— quien algunos creen directamente vinculado con la supremacía que Teotihuacán ejercía aún. Recibe entonces de manos de Tajo’m Uk’ab’ Tuun una serie de insignias de mando, incluyendo los prestigiosos yelmos de guerra teotihuacanos llamados Ko’jaw. Valiéndose del poder simbólico de tales objetos, pudo celebrar después una especie de pacto o alianza militar con otros sitios del Usumacinta como Lacanjá y Bonampak, incluyendo también a su rival Yaxchilán.

Quizá fue entonces cuando ocurrió una fractura importante en el linaje de B’aakal, pues una de sus ramas fundó su capital en el sitio de Tortuguero, en Tabasco, sesenta y cinco kilómetros al noroeste de Palenque, donde un personaje de alto rango llamado Ahkul K’uk’ dedicaría un santuario en el interior de un templo (pib’naah) hacia el 510. Pronto dejarían claras sus intenciones hacia el tronco principal de su linaje, que refrendaba mientras tanto su capital en Lakamha’.

Sesenta y cuatro kilómetros al sur de Palenque, rodeada de las virtualmente inexpugnables montañas de Ocosingo, llegaba la hora a Toniná, otra de las grandes capitales de las tierras bajas occidentales y sede de la dinastía de Po’. Hacia el 514 tuvo lugar allí un evento clave de su historia, cuando el gobernante ‘Cabeza de Reptil’ parece efectuar un poderoso ritual fundacional sobre una montaña sagrada. La importancia de tal suceso no debe subestimarse, pues incluso tres siglos después, el undécimo gobernante del sitio le rendiría culto a ‘Cabeza de Reptil’ mediante un ritual de «entrada de fuego» (ochi k’ahk’) en su tumba. Casi al mismo tiempo, Ahkul Mo’ Naahb’ celebraba en Palenque el final de período ocurrido en 9.4.0.0.0 (18 de octubre de 514), para lo cual ordenó que se hicieran las ofrendas de rigor a los dioses de su tríada benefactora. La misma coyuntura calendárica es observada rigurosamente por su contraparte de Yaxchilán, ‘Jaguar Ojo de Nudo’.

Cuatro años después, en el 518, un nuevo rey se había hecho con el control de Piedras Negras, a quien denominamos simplemente Gobernante C. Sin duda le sobraba oficio militar, pues logra superar en combate al tenaz rival de su predecesor —el rey ‘Jaguar Ojo de Nudo’ de Yaxchilán—, además de a otros dos enemigos procedentes de Lakamtuun y Wak’aab’ (quizá Santa Elena), retratados en el Panel 12 como cautivos hincados y sometidos ante él. Sin embargo, el mérito de este súbito cambio en la fortuna de Piedras Negras no correspondería únicamente al rey local, ya que pudo haber recibido apoyo importante de un poder mayor, identificado por varios autores con la figura del propio Tajo’m Uk’ab’ K’ahk’, evocando de nuevo nexos con la distante Teotihuacán, aunque de naturaleza difícil de precisar.

En Palenque, Ahkul Mo’ Naahb’parece haber sobrellevado el resto de su gestión con relativa tranquilidad, hasta su muerte, que se verificó en noviembre del 524, según sería recordada casi ciento sesenta años después en las inscripciones póstumas del sarcófago de su célebre sucesor, K’inich Janaahb’ Pakal, donde aparece un retrato suyo emergiendo de la tierra —a manera de poética metáfora de renacimiento—. Al término de la era de Ahkul Mo’ Naahb’, Palenque parece haber atravesado por ciertas dificultades, según manifiesta el interregno —o lapso con ausencia de gobierno formal— de cuatro años.

Poco después, en el 526, tocaría el turno de asumir el trono de ‘Cielo Partido’ a otro de los hijos de Yaxuun B’ahlam II, llamado K’inich Tatb’u’ Jo’l II. Sin duda buscó restaurar el prestigio de su ciudad —dañado tras la captura de su hermano por Piedras Negras—, al tiempo que comenzó a preparar a su ejército para reclamar por la fuerza un papel más ventajoso dentro del gran teatro bélico en que se había convertido entonces el Usumacinta.

Tres años más tarde, asumiría el poder en Palenque un posible hijo de Ahkul Mo’ Naahb’, llamado K’an Joy Chitam I (Pecarí Amarillo Atado I) —según narra la elegante escritura glífica del Templo de la Cruz—, quien todavía sostuvo ciertos vínculos con el lugar de origen del ‘Centro de Nubes’ (Toktahn), donde previamente había celebrado un rito iniciático infantil a los cinco años de edad. Poco después de su entronización, le tocaría a K’an Joy Chitam observar en Lakamha’ el final de período de 9.5.0.0.0 (5 de julio de 534).

Por su parte, el nuevo rey de Yaxchilán, K’inich Tatb’u’ Jo’l II, no tardaría mucho en revelarse como líder militar nato, al emprender una campaña que culminaría con la captura de señores y nobles de Bonampak-Ak’e y de Lakamtuun. No contento con ello, sorprende a propios y extraños al tomar prisionero en 537 a un vasallo del poderoso rey K’altuun Hiix, de la dinastía de la serpiente Kaanu’ul. La infortunada víctima parece haber sido sacrificada en un ritual para satisfacer el apetito de los temibles dioses patronos de su ciudad —aspectos bélicos del dios de la Lluvia y del Sol Nocturno—. Después, K’inich Tatb’u’ Jo’l II mandaría tallar cuatro magníficos dinteles para dar cuenta de sus recientes proezas, incluyéndolas dentro del listado de grandes reyes de su linaje, que remontó hasta el tiempo del heroico Yopaat B’ahlam.

Al mismo tiempo que K’an Joy Chitam celebraba en Palenque el final de período de 9.6.0.0.0 (22 de marzo de 554), los reyes de Yokib’ en Piedras Negras buscaban llevar a la práctica sus ambiciones expansionistas, aunque tales intentos se verían bruscamente frenados hacia el 559, cuando fueron derrotados inesperadamente por otro señorío de la región Usumacinta, ubicado cuarenta y cinco kilómetros río abajo: Pomoná, la relativamente modesta, aunque importante sede de la dinastía de Pakbu’ul, a la cual Piedras Negras parece haber estado subordinada de algún modo durante sus inicios, inclusive mediante el pago de tributo. Tras el ataque, Piedras Negras parece haber sido quemada, tras lo cual entraría en un período de oscuridad que se prolongaría cerca de cuarenta años.

Regresando a Palenque, en febrero del 561 K’an Joy Chitam dedica lo que parece haber sido la plataforma del Templo XIX, aunque no mucho después, su gobierno de treinta y seis años llegaría a su fin, en febrero de 565, cuando el monarca falleció a la edad de tres cuartos de siglo —sin duda avanzada para aquel entonces—. En mayo de ese año, sus poderes serían transferidos al siguiente rey, Ahkul Mo’ Naahb’ (II), quien a todas luces debió ser uno de sus hijos. Tras su entronización, le fue conferido el mismo nombre de su abuelo, haciendo eco de la creencia maya respecto a que la transmisión directa de la esencia espiritual y los atributos íntimos de una persona —incluyendo el nombre— podían saltar una generación, pasando en gran medida de abuelos a nietos. De hecho, el término mam se empleó para indicar tanto ‘abuelo’ como ‘nieto’. Ahkul Mo’ Naahb’ celebraría un final de período peculiar, ocurrido en el asimétrico intervalo de 9.6.13.0.0 (13 de enero de 567). El valor trece que contiene la Cuenta Larga (trece tunes = 13 x 360 días) refleja íntimas creencias sobre la estructura del cosmos maya —conformado por trece distintos estratos celestiales— así como del ciclo tzolk’in del calendario maya y mesoamericano (análogo al tonalpowali mexica), conformado por trece posibles combinaciones para cada uno de los veinte días (13 x 20 = 260 días). Desafortunadamente, el gobierno de Ahkul Mo’ Naahb’ no tuvo la duración prevista, pues fallecería tan sólo cinco años más tarde.

No conocemos con claridad lo ocurrido durante los dos años siguientes. Presumimos que fue su hermano menor, Kaan B’ahlam I —también hijo de K’an Joy Chitam I— quien subiría al poder en el 572, con cuarenta y siete años cumplidos. El año siguiente le llegaría el momento de conmemorar el final de período de 9.7.0.0.0 (7 de diciembre de 573), aunque por alguna razón, sus sucesores darían mayor énfasis al final de ciclo de ho’tuun (cuarto de k’atun) ocurrida cinco años después, en 9.7.5.0.0 (11 de noviembre de 578). Fue entonces cuando Kaan B’ahlam I efectúo las debidas ofrendas para renovar los atavíos o «bultos sagrados» de las deidades patronas del sitio —seguramente efigies de GI, GII y GIII ubicadas en sus respectivos templos—. Podría parecernos superfluo que se exalte aquí la observación de rituales periódicos que los reyes estaban obligados a observar, aunque tal normalidad contrastaría con la difícil situación que viviría el sitio algunas décadas después, cuando ni siquiera los más elementales deberes del gobernante para con sus dioses podrían ser cumplidos. Los once años de Kaan B’ahlam I en el poder concluirían con su muerte en el 583, tras lo cual daría inicio una época turbulenta, como preludio al caos que se desataría posteriormente. Mientras tanto, en Toniná subiría al poder en el 568 el segundo de los antiguos reyes de Po’, llamado K’inich Sawan B’ahlam Yaxuun Tihl, quien se mandaría retratar haciendo las veces de eje del cosmos, incorporando en su tocado el simbolismo de diversos planos astronómicos y cuerpos celestes, en una sofisticada estela de relieve completo, similar a las de Copán, aunque también a las de los monumentos de la mítica región de origen de las Salinas de los Nueve Cerros (B’alu’nte’witz), en las tierras altas de Guatemala.

El rostro del segundo rey de Toniná, K’inich Sawan B’ahlam Yaxuun Tihl, quien gobernó hacia el 568 d. C. Fotografía de Simon Burchell.

Tras la muerte de K’an B’ahlam I en el 583, el trono de Palenque quedaría en manos de una de las pocas mujeres gobernantes del período Clásico, la señora Yohl Ik’nal. Parece haber sido hija del primero —aunque carecemos aún de términos glíficos de parentesco que lo confirmen con certeza—. Años más tarde, en la ciudad rival de Toniná, se celebra hacia el 589 un ritual funerario en la tumba de otro gobernante recientemente fallecido, llamado Chak B’alu’n Chaahk. Para entonces los intereses de esta metrópoli podrían hacer alcanzar regiones más de ochenta kilómetros hacia el norte, donde las montañas de Tabasco se encuentran con el valle del Usumacinta. Allí, los señores de Pomoná-Pakb’u’ul, al igual que los de muchos sitios más, tenían la costumbre de celebrar regularmente el completamiento de ciclos de k’atun (20 x 360 días) en distintas sedes, tal y como hace en 9.8.0.0.0 (24 de agosto de 593) el rey local Muyal B’ahlam Chaahk (Dios de la Lluvia-Jaguar de las Nubes).

La misma ceremonia calendárica sería observada cincuenta kilómetros al poniente, en Palenque-Lakamha, por la señora Yohl Ik’nal. Con ello, los reyes mostraban su respeto hacia tradiciones que perdurarían todavía doce siglos después, según testimonian fuentes coloniales como los libros del Chilam Balam, según las cuales debían supervisar el final de k’atun en una de trece distintas sedes rotativas, conformándose así un ciclo mayor de trece k’atunes (13 x 20 x 365 días), referido comúnmente como may.

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