Los Mayas

Chichen Itzá

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Pocas capitales de Mesoamérica estuvieron tan cerca de materializar el ideal de Tulan-Suywa’ como la majestuosa Chichén Itzá, «ciudad de los itzáes». Sin duda fue el más internacional y pluriétnico de todos los centros mayas, y tuvo lugar allí la máxima expresión del culto a la serpiente emplumada K’uk’ulkáan. Tras su fundación o «descubrimiento» por grupos migrantes de itzáes procedentes del sur, comenzaría a atraer poblaciones e ideas procedentes de distintas regiones —incluyendo Nonohualco, Veracruz y el México central— que otorgarían a su arquitectura y arte un carácter cosmopolita, llevándola a convertirse en un faro que iluminaría desarrollos posteriores en la península de Yucatán.

No obstante, Chichén Itzá tuvo una ocupación importante previa al arribo de grupos itzáes. Hacia fines del Clásico tardío, su arquitectura se vincula con los desarrollos estilísticos Puuc del poniente. Aún siglos atrás, existe evidencia de que fue un centro de peregrinación importante. El cenote sagrado es una cavidad natural de sesenta metros de diámetro. Numerosos centros mayas solían efectuar peregrinaciones hasta este lugar —en ocasiones desde casi quinientos kilómetros de distancia— para ofrendar a sus aguas primordiales diversos objetos de valor sagrado, hechos de jade, obsidiana, piedras preciosas y oro. Desde 1907, la zona fue inescrupulosamente dragada por Edward H. Thompson. Entre los objetos encontrados aparecería un retrato del gobernante de Piedras Negras Yo’nal Ahk II. Otro del rey palencano K’inich Kaan B’ahlam II data de 692.

Sin embargo, fue hacia la segunda mitad del siglo IX cuando la arquitectura y escultura de Chichén Itzá alcanzaron prodigiosos niveles de desarrollo. La primera inscripción jeroglífica de esta metrópoli como capital de los itzáes data de 832. Otra de 869 se encuentra en el edificio llamado Casa Colorada. Es entonces cuando surge la figura de K’ahk’upakal K’awiil (‘Fuego es el Escudo del Dios Relámpago’), máximo líder de la ciudad, quien gobernó entre 869 y 881. Entre sus muchos títulos está el de kanan may —guardián del orden sagrado o may— que podría contener la raíz ancestral del término «maya». Documentos del período colonial mencionan también a un líder llamado K’ahk’upakal y no puede descartarse que se trate de la misma persona. La fecha glífica más tardía parece haber sido plasmada en la estructura circular del Caracol, en el k’atun 8 Ajaw que concluyó en 10.6.0.0.0 (24 de junio de 948).

Durante la época de K’ahk’upakal parece haber sido construido el extraordinario Castillo —también conocido como el Templo de K’uk’ulkáan—, una pirámide radial de treinta y un metros de altura, incluyendo su templo superior. Sus lados miden 55,6 metros y cada una de sus cuatro escalinatas contiene noventa y un escalones (91 x 4 = 364) que, sumados a la base del templo, parecen representar los trescientos sesenta y cinco días del año solar o ciclo haab’. Fue cuidadosamente orientado astronómicamente por sus constructores para crear un sobrecogedor efecto de hierofanía de luz durante los equinoccios —cuando el sol proyecta las sombras romboidales de las esquinas de las plataformas sobre los costados de su escalinata frontal—. Simboliza el descenso de K’uk’ulkáan del cielo a la tierra, en forma de serpiente romboidal a través de las largas alfardas que rematan en dos grandes cabezas de serpiente emplumada. Si alguna vez llegó a Chichén Itzá un Ketzalkōatl-K’uk’ulkáan de carne y hueso no podemos asegurarlo, aunque en forma metafórica, el majestuoso Castillo que dejó detrás sigue cumpliendo la promesa de su heroico regreso con cada equinoccio.

Templo de K’uk’ulkáan (Estructura 5B18) en Chichén Itzá. Pirámide radial de treinta metros de altura fechada entre 886 y 891 d. C. Las alfardas en la cara sur rematan en sendas cabezas de la serpiente emplumada. Fue orientada astronómicamente para producir un efecto de hierofanía de luz durante los equinoccios, que simula el descenso de una gran serpiente romboidal por su escalinata. Fotografía: Daniel Schwen.

Por su parte, el Templo de los Guerreros comparte muchas similitudes con la Pirámide B de Tula, aunque el primero parece anterior. Ambos muestran columnas de serpientes emplumadas, motivos de jaguares y águilas devorando corazones humanos, amén de recipientes sacrificiales personificados (figuras de «Cháakmool»). También el Templo de las Jambas Jeroglíficas fue construido con un magnífico patio de columnas, similar a los de Alta Vista, La Quemada y el Palacio Quemado de Tula.

Nombre jeroglífico del linaje Kaanek’ (Estrella-Serpiente) en Chichén Itzá, Yucatán. Columa 5, Templo del Sur, Gran Juego de Pelota. Dibujo de Linda Schele.

Es durante la segunda mitad del siglo IX que Chichén Itzá parece haber entablado contactos importantes con otras capitales de Yucatán como Uxmal y Edzná. En ambas se aprecian gobernantes con atavíos que indican su investidura mediante rituales de «toma de posesión» y el otorgamiento de costosas vasijas Silhó Anaranjado Fino —cuya distribución se extendía ya desde el área maya hasta Veracruz, Tehuacán, Cholula y el área de Teotihuacán—. Para entonces, los líderes de los linajes chontales-nawas parecen haber entablado alianzas con los gobernantes itzáes. Ello explicaría vínculos entre los linajes Xiw y Koko’om —ambos mencionados en Chichén Itzá y Uxmal— o bien previamente entre aquellos del linaje de Lagarto (Sipakti) con el de Kaanek’, según registran imágenes y textos de Edzná, Ek’ Balam y Chichén Itzá.

Se conformó entonces una vasta red de centros regionales que incluyó a Ek’ Balam, Halakal, Acanceh, Dzilam, Ichmul de Morley, Ikil, Dzibilchaltún, Sayil, Uxmal, Oxkintok y Edzná, al tiempo que entablan vínculos comerciales con sitios tan distantes como Seibal. La cultura Puuc —previamente dominante— evoluciona hacia un nuevo estilo ecléctico, manifiesto en la arquitectura, cerámica y arte. Aparecen estructuras dedicadas a K’uk’ulkáan, con enormes cabezas de serpiente empotradas en sus fachadas. Surgen edificios con planta arquitectónica en forma de C, plataformas radiales y templos circulares dedicados al dios del viento E’ekatl — aspecto de Ketzalcōatl como dios del viento—, al tiempo que proliferan tipos cerámicos del golfo de México —Anaranjado Fino, Tohil Plumbate y Pabellón Moldeado-Inciso— y cobra su auge la cerámica Sotuta, que refleja el predominio de la cultura itzá. Toca a Uxmal erigirse como la principal capital de la región Puuc, al occidente de Yucatán.

El culto a la serpiente emplumada K’uk’ulkaan en Chichén Itzá. Plataformas de la Terraza Norte. Dibujo de reconstrucción de Tatiana Proskouriakoff.

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